La otra lección de anatomia
Homesessión (2024)



Una vez ella soñó con su muerte y eso le cambió la vida. A los años yo soñé que ella moría. Estábamos sentados en el jardín de casa, aquel enorme jardín. Hacía sol, el cielo estaba despejado y habían masas de intenso color verde y naranja de la arboleda y el edificio que nos rodeaba. Estábamos sentados en unas sillas de aluminio típicas de bar y entre nosotros una mesa a conjunto. Ella me miraba sin preocupación alguna y me decía que tenía que contarme dos cosas: la primera era que iba a morir, y yo rompí a llorar, me tapaba la cara, ella insistía en contarme la segunda pero yo no quería escuchar. 

Fini Straubinger, la sordociega que guia a Herzog por el pais del silencio y la oscuridad, se lamenta que tras su perdida de visión ya jamas experimentará el negro, más bien masas de color amarillo, azul y verde, nunca rojo, al igual que Borges. Hay cosas que se resisten a ser contadas, eso es lo visible, y otras se resisten a ser vistas, eso es lo dicho. 

Los sueños, al igual que un viaje lisérgico, no entran en el reino de lo dicho, cuando uno se aventura a contarlo siente como le faltan las palabras. Tampoco en el de lo representable y cuando uno lo intenta se topa con la  imposibilidad de condensar tantos mundos, tantos tiempos.  Se encuentra en un terreno en penumbra, al borde del precipicio entre lo dicho y lo visto y sin embargo no pertenece a ninguno de los dos, es otro grado de la imagen. 

Nos queda una herramienta para percibir el sueño en la realidad, la intuición, una condensación de información tal que puede equiparse a la simultaneidad que ocurre en los sueños. Desde hace tiempo me pregunto ¿cómo sueña un sordociego?
Hellen Keller se pregunta porqué los científicos se interesan tanto por como sueña. Ellos, al igual que yo, esperan que su condición de sordociega le lleve a un mundo onírico antepuesto al nuestro, anticipando una imposibilidad por generar imágenes psíquicas. Pero cuando uno lee los sueños de Hellen ve sus propios sueños. Señala en El mundo en el que vivo que el cerebro de un sordociego trae consigo la memoria de los cinco sentidos y que el lenguaje está adecuado a ellos . Si bien no puede ver o escuchar su cerebro responde a ese mecanismo como a quién le han cortado una extremidad y a los años siente que aun la puede controlar. En el lenguaje es donde ella encuentra los dos sentidos que perdió en la infancia. Por eso se resiste a dejar de usar las palabras ver y escuchar.